La carrera de Lucas Pouille iba en franco ascenso, luego de destacarse en el circuito Challenger. En 2018 alcanzó el top ten, un año después escaló hasta semifinales en el Australia Open y todo parecía ir bien. Pero aparecieron las lesiones, mucho tiempo fuera de la cancha y allí desató una dura pelea contra una inesperada depresión, la cual lo hizo tocar fondo y ahora, bastante recuperado, lo motiva para seguir jugando tenis con ambiciosos objetivos.

"Comencé a transitar un camino más oscuro, donde dormía una hora por día y bebía mucho estando solo. No podía pegar un ojo. Luego de una semana sin dormir, tiré todas mis raquetas y le pregunté a mi familia, ¿les parece normal que con 28 años, siendo padre, llore todas las noches luego de perder?"

"Estaba en un mal lugar y dije basta. De lo contrario, habría terminado en el manicomio. Por mi salud mental, paré sino iba a chocar contra la pared. No me respetaba como jugador. No podía mostrar esa imagen de mí. El detonante fue que, una noche, recibí una notificación en el teléfono y vi una foto de mi hija. Pensé: ‘esto no puede seguir así´

Ahora, de vuelta jugando Challengers y fuera de los 400 mejores, Lucas se traza un nuevo objetivo: “No hay día en el que no piense en los Juegos Olímpicos de París, nunca estuve en un certamen de este nivel. Me tiene muy entusiasmado pero también tengo claro que una nueva lesión me sacaría de carrera”