Este relato pertenece al libro Lado T, y en el mismo el ex tenista argentino Marcelo Charpentier cuenta la odisea que vivió junto a Mariano Hood y Sebastián Weiss. Historias que nos permiten conocer bien de adentro el mundo del tenis

"Una de las cosas más impresionantes que recuerde las viví con Mariano Hood y Sebastián Weiss en nuestros comienzos: Estábamos juntos en el circuito juniors en el ‘91. Después de Roland Garros decidimos anotarnos en un satélite en España (sucesión de futures, con un torneo final entre los que más puntos sacaron en las semanas previas), así que decidimos ir juntos. En ese momento no había Internet así que fuimos a una agencia de viajes donde una chica, no muy experta, consultando los enormes libros de trenes, nos armó un viaje de locos que duró nada menos que veinticuatro horas, saliendo desde París y cambiando mil veces de tren para llegar finalmente a esta pequeña ciudad de mar en España, llamada Benicassim. 

Teníamos dieciocho años, hablábamos muy poco en inglés. Viajábamos con la máquina de encordar Bartom, que pesaba doce kilos, y la llevábamos guardada en un bolso. Las caminatas por los andenes eran interminables. Comimos sándwiches, dormimos como pudimos y yo, que para colmo me había doblado mal un tobillo, me tuve que retirar en semis de la Copa Bonfiglio (Junior). Todavía estaba en recuperación, transformándose mi viaje en una tortura. Llegados a Benicassim, alquilamos un departamento y nos preparamos para el torneo, con una qualy de ciento veintiocho jugadores, una pared insuperable para una cabeza arruinada después de tantas vueltas. No me veía con chances de ganar cuatro partidos para entrar al cuadro principal, ahí decidí volver porque no estaba en condiciones de rendir bien. 

El viajecito de regreso me puso a prueba para ver cuánto quería ser tenista. De Benicassim a Barcelona en tren, y desde ahí en avión a París, donde tenía el vuelo de regreso a Buenos Aires, dos días más tarde, con parada en New York y con cambio de aeropuerto. Ya en casa, sabiendo que podía enfrentar cualquier adversidad, les conté a mis padres el LADO T 37 viaje y les cociné por primera vez una comida que había aprendido a preparar en Benicassim, pastas con huevo hervido, un plato banal pero con sabor a victoria”.